¿Por qué será que siempre nos mostramos más simpáticos y amables con los niños?¿Por qué incluso las personas más cansadas les dejan siempre un sitio en el metro?¿Tanto miedo tenemos a abrirnos a los demás adultos y que nos hagan daño, o será que consideramos a los pequeños como algo inferior a nosotros y por eso no les tememos?
Quizá, si fuéramos menos fríos entre nosotros no sufriríamos tanto, pero sabemos que cuanto más daño puede hacernos una persona, más nos abrimos a ella. Y lo peor, es que preferimos eso a entrar con una sonrisa en el vagón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario