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viernes, 8 de febrero de 2013

Será cosa de Murphy.

¿Qué más da a quién des tus besos si lo que de verdad importa es a quién des tu razón? Sí, la razón, pero no esa a la que algunos critican y limitan y otros la creen fuente de conocimiento. Hablo de la que sin ella pierdes los papeles, la ropa interior o lo mejor de las bolsas de patatas. Suena un poco raro, lo sé, pero es algo que entiendes cuando lo único que te da fuerzas para levantarte cada mañana es que queda un día menos para estar a su lado, cuando tu sonrisa depende de la suya y cuando te sobran ganas de dejarlo todo para estar a su lado.
Y así, sin darme cuenta perdí la razón. La perdí cuando más trataba de encontrarla pero no por ello me disgusta mínimamente la idea. Perdí la razón por culpa de su mirada, de su sonrisa, de su forma de animarme cuando yo no puedo más y de esa forma de ser que tiene. Porque es imposible no perderla cuando solo hay una posibilidad entre un millón de hacerlo.

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