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domingo, 8 de abril de 2012

¿Dos o tres?

Dos son los ojos que tenemos. Dos orejas, dos brazos, dos piernas, dos cejas. Dos. ¿Por qué dos y no tres? Tres son las veces a las que va la vencida. Tres son las rosas morenas y 297 más. Tres es el número impar, un número jodidamente impar. Tres son multitud, pero donde caben dos, caben tres. Cuán contradictoria referencia. Tres son los dientes del tridente de Poseidón y del tridente del diablo. Tres son el número de veces que te he visto llorar. Tres ocasiones fueron en las que disfruté plena y retorcidamente de ello. Tres es el cuarto término de la sucesión de Fibonacci. El número perfecto del medievo. El "un, dos, tres", el fin de semana, la trilogía del Señor de los Anillos, los tríos, uno de los poemas de Mario Benedetti. Tres.
Tres son las cosas en las que el idioma no importa: deporte, música y sexo. Tres son los días que necesito para enamorarme perdidamente de ti, y los mismos son los necesarios para odiarte. Tres son las veces que vendrás conmigo al infierno porque, a efectos prácticos, soy igual que tú.
Entonces ¿por qué dos y no tres? Reduzcamos toda la realidad terrenal a esa simple cifra, el dos, sólo dos.

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