Impotencia. Ganas de gritar de matar a alguien y que no puedas. Querer dejarlo todo e irte. Lejos. Muy lejos. Pero saber que no puedes, que tienes que seguir luchando por un meta que cada vez ves más lejos. Y que te esfuerzas más de lo que te has esforzado nunca para no recibir ninguna recompensa. Y entonces, ¿qué haces? ¿Qué haces cuando te has cansado, cuando lo has intentado todo?
Pues lloras. Sí. Porque te cansas. Te cansas de que parezca que todo está en tu contra y que solo estás nadando en un mar lleno de tiburones. Y lo peor es que vas nadando contracorriente.
Y lloras más. Lloras para desahogar toda esa rabia contenida. Porque parece que eres siempre el último mono, y que tú o lo que te pase nunca es importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario